Abrirse ampliamente a lo nuevo implica la renuncia a los patrones conocidos, a las experiencias pasadas, y sobre todo a quiénes creemos que somos desde el carácter.
A veces la vida nos empuja a través de situaciones de crisis y no nos queda otro remedio. (esto pasa muchas veces desgraciadamente, despertar a través de la enfermedad o el dolor).
Otras veces podemos incorporar este espíritu aventurero y de eternos aprendices para poder encontrar puertas y nuevos destinos donde antes había muros grises de piedra. ¿Suena bonito verdad? Sí, porque lo es, pero no te saldrá gratis.
Para cruzar el umbral, el guardián de la puerta te pedirá algo a cambio. Una pérdida, una renuncia…. Puede ser algo que a veces existe físicamente en nuestra vida (pareja, amistades, trabajo) o como mínimo un estado interior que debemos soltar y en el que nos hemos acomodado.
Debemos soltar las barandillas a las que nos agarramos y aceptar una pequeña muerte en nosotros: la muerte de lo que fuimos.
Pero cuando entendemos que la Vida es un camino continuo y una energía que nos lleva adelante podemos hacer una cosa: CONFIAR. Confiar en la vida, en nuestra autorregulación con el entorno, en nosotros mismos, en que existe una inteligencia mucho mayor a nuestra dimensión humana que sabe muy bien lo que nos conviene.
Y quizá tengamos recordar un poco antes cómo se hacia eso de la confianza…